Tal vez el problema mas difícil que confronta una persona que tiende hacia la obesidad y desea controlarla sea el de convencerse intelectualmente de que ésta es objetivamente manejable. De no alcanzar esta motivación antes de entrar en un plan de reducción de peso, tal vez se le haga difícil alcanzar las metas saludables a las que aspira.
En mi caso, con una estatura de 70.5 pulgadas y 258 libras; 75 años de edad y, con las condiciones físicas de hipotiroidismo e hipoglicemia, ya había intentado dietas supervisadas anteriormente. Con el tiempo, estas revertían al conocido problema del yoyo, baja gradual de peso con todas sus alegrías y posterior aumento de las libras perdidas con sus consabidas frustraciones.
En esta ocasión, la motivación remota se produjo a través de la lectura de un conciso artículo publicado en un periódico local. En este se ofrecía una descripción de la dinámica envuelta en el tratamiento del control del peso, el cual descansa sobre tres factores simultáneamente supervisados: el insumo de calorías diarias, el desarrollo del hábito y la práctica de unos ejercicios adecuados para facilitar el quemar lás grasas superfluas almacenadas en los tejidos y, una estrecha supervisión de los cambios esperados por medio de exámenes médicos períodicos y rigurosos.
Por eso, el aspecto intelectual-emocional del usuario interesado es, a mi juicio, la clave del éxito o el fracaso del Programa. El entender y aceptar porqué es indispensable la substitución de la glucosa y la reducción del insumo de grasas saturadas en la dieta cotidiana sin caer en el estrés producido porque esta decisión implique el prescindir de comer, tal vez los alimentos preferidos hasta entonces, son los factores sin los cuales no podría superarse el vicio orgánico que el yoyo representa.
Una vez me inicié en le Programa de control de peso, pude percatarme de cómo la glucosa actúa en mi organismo como un elemento adictivo que precipita el deseo de seguir comiendo: tanto las harinas como los dulces mantienen el apetito vivo y, por consiguiente, uno nunca experimenta la sensación de estar satisfecha, sin importar la cantidad de comida ingerida. Por esta razón era tan importante eliminar la glucosa de mi dieta para que el Programa pudiera tener resultados adecuados. ¡Mía fue la sorpresa al constatar, al finalizar el primer día bajo este Plan, que aquella sensación de hambre permanente había desaparecido!. Mayor aún el gozo interior al observar cómo bajaba cuatro libras mensualmente, tal como se había anticipado y sin hacer uso del Programa de ejercicios en el gimnasio-precaución tomada al aparecer una condición de angina de pecho.
La experiencia fue exitosa sin estrés... con alegría. Al Equipo del Programa de Control de Peso del Consultorio agradezco el esmero con que han implantado este Servicio y la cordialidad con que dan seguimiento al mismo.
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