miércoles, 17 de enero de 2007

Comer y controlar los triglicéridos

La primera y más importante consecuencia de un índice de triglicéridos elevado es el riesgo de padecer arterosclerosis y por tanto, de sufrir enfermedades cardiovasculares. Aunque su origen puede ser genético, en su aparición inciden factores como una dieta rica en grasas y azúcar, la ingesta de alcohol y la obesidad.
Como el colesterol, los índices altos de triglicéridos resultan un problema frecuente y tienen en un plan de nutrición adecuado, la mejor medida de prevención y control. Los triglicéridos son un tipo de lípidos o grasas que se forman en el intestino a partir de los alimentos que consumimos y deben mantenerse en unos niveles determinados, aunque no pueden ser cero, ya que resultan necesarios para el organismo, que los emplea como fuente de energía. Después de la comida, los triglicéridos en sangre se elevan para posteriormente pasar al tejido adiposo y a los músculos. Una parte de ellos es absorbida por el hígado, donde se sintetizan, tras lo cual regresan al torrente sanguíneo en ciertas dosis.

El problema surge cuando, después de este proceso, sus tasas en sangre son excesivas, superando los 150 miligramos por decilitro de sangre. Hasta 199 miligramos se considera un límite alto, mientras que 200 es ya una tasa de triglicéridos muy elevada. La consecuencia de tales cifras es la aparición de placas de ateroma que se adhieren a las venas y arterias, estrechándolas y pudiendo provocar accidentes cardiovasculares. La mejor dieta para frenar el problema es sin duda la mediterránea, rica en frutas y verduras y pobre en grasas animales y saturadas. El consumo de pescados azules, presentes también en esta dieta, es importante, no tanto porque actúen directamente sobre los triglicéridos, sino porque aportan flexibilidad a los vasos sanguíneos y son vasodilatadores, dos características que los hacen eficaces frente a la placa de ateroma y la formación de trombos. Así contrarrestarían el efecto negativo de unos triglicéridos elevados. Otros alimentos beneficiosos son las carnes de ave, como el pollo y el pavo, los lácteos desnatados, todas las verduras y todas las frutas, menos los frutos secos y las variedades escarchadas. También hay que limitar el consumo de carnes grasas,
alimentos precocinados y productos ricos en azúcar. Es mejor optar por los edulcorantes artificiales y olvidarse de cualquier tipo de dulce, sea o no casero. Conviene consumir huevos con cautela, y no excederse con el café ni las bebidas refrescantes, aunque sean bajas en calorías. Lo mismo se puede decir de salsas y margarinas de este tipo. Es importante señalar que el consumo excesivo de glucosa, fructosa o chocolate y el alcohol, resultan nefastos para el trastorno. Este último, considerado saludable en dosis moderadas, como dos vasitos de vino al día, está contraindicado porque incrementa la producción de triglicéridos en el hígado. La obesidad también es una causa directa del problema: está comprobado que en la medida en que aumentan los kilos de más, se incrementan sus cifras. Por eso, una dieta equilibrada e hipocalórica para rebajarlos, y el deporte, son hábitos beneficiosos.
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